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domingo, 3 de febrero de 2008

Sobre bancos, cooperativas e inmobiliarias

Mauricio Aira

Se vivía el reinado de la usura en materia de intereses cuando los sacerdotes Maryknoll obtuvieron el permiso de los obispos para establecer cooperativas de ahorro y crédito. Por la década de los 60 se conoció ampliamente en Bolivia la idea de los Pioneros de Rochdale que partiendo de Manchester, Inglaterra en 1843-44 formaron la primera cooperativa entre 28 trabajadores textiles. La primera entre nosotros fue Santa Ana de Cala-cala, Cochabamba sobre cuya experiencia nacieron las demás por todo el país, incluyendo Cooperativa Pío XII de la cual el cronista fue primer presidente en Siglo XX, Potosí.

La usura descendió al colocarse los préstamos con el 1% frente al 4, 5 o más por ciento vigente en el mercado del dinero, y es que los principios de Rochdale fueron prontamente aprehendidos por los líderes cooperativos que surgieron por doquier. Curiosamente el modus operandi era similar a la ancestral forma del “pasanaku” (hoy para tí, mañana para mí) tradicional en los ayllus originarios.
Ingreso y retiro libre de la asociación, control democrático, interés limitado al capital, devolución de los excedentes, transparencia en las cuentas y educación continuada.

De modo que el cooperativismo en tiempo relativamente corto se propagó para hacer frente a las necesidades y aspiraciones económicas, sociales y culturales de los más humildes y desprotegidos, marginados de las operaciones bancarias sea porque las aportaciones eran relativamente modestas en sus orígenes, sea porque los requerimientos se atendían directamente sin mayor burocracia. La ayuda mutua, la responsabilidad, la democracia, la igualdad y solidaridad de pronto tenían un significado real, habían dejado de ser meras utopías. Con tal antecedente nació la Cooperativa Boliviana de Cemento que apartándose del área del ahorro y crédito incursionó en la industria y la producción con los resultados que al cabo de 40 años es la mayor empresa del departamento.

El marco legal del movimiento reposa en las Leyes 1488 de ab. 1993 y 1670 de oct. 1995 y el D.S. 24439 de 13 sep. 1958 que reglamentó la Ley General de Sociedad Cooperativas, sometiéndolas al control del Instituto Nacional de Cooperativas que les autoriza a realizar un amplio espectro de operaciones financieras bajo tuición de la Superintendencia de Bancos y Entidades Financieras por lo que la intermediación financiera gozó en general de buena salud debido a las características propias del movimiento libre de lucro y sujeto al autocontrol de sus consejos administrativos y de vigilancia, lo que no ocurre con las inmobiliarias cuya decadencia y caída estrepitosa e inexorable estamos lamentando éstos días, repetición de lo ocurrido en 1991, frente a la innegable solidez de las instituciones cooperativas.

Los entendidos previenen sin embargo que existe riesgo al trabajar con dinero ajeno y la intención puesta en las ganancias por encima de todo valor ético o moral, donde hace crisis la menor turbulencia y desborda en mora o corrida de depósitos según las dolorosas experiencias vividas con las inmobiliarias que se enmascaran bajo diversos nombres para obtener los mismos catastróficos resultados, burlando la Ley o doblegando los mecanismos de control mediante la coima, el halago o las falsas promesas.

Aceptado el reproche general de haber perdido confianza en los bancos, desconfianza extendida a ciertas cooperativas debido a fallas humanas, no del sistema, recordar que para dar fin con la institución se requiere apenas unas horas, o unos días artificialmente sostenidos por medios de comunicación que pasan de la promoción al escándalo. Imposible no mencionar el mal uso del nombre cooperativo y/o las distorsiones producidas en su desarrollo especialmente por: falta de un efectivo control social, de la devaluación monetaria que dejó sin aportes a miles de ahorristas afectados por cambio monetario, del deterioro de la actividad económica. La conversión en “cooperativas financieras” sin control social, sin vínculo común con el movimiento, dejando de lado los principios regentes.

Se ha dado también el caso de cooperativas dedicadas a competir con el sistema financiero, alejadas de sus socios que no participan en elección de delegados, en la formación de líderes, sin contar con personal coherente en aplicar los fundamentos doctrinales y poco idóneo para mantener su invariable vigencia.

Restan tareas por delante como fomentar empresas de trabajo asociado para evitar “la intermediación fetichista” del dinero y promover el trabajo sobre el capital, hasta lograr que el Estado mejore el promedio de vida y cancele la deuda social utilizando al sector solidario real alternativa de solución y auténtico cambio. (El centro cooperativo sueco está poniendo el hombro a través del “fortalecimiento de la gobernabilidad e integración del sector” cooperativo para llegar a las 24 cooperativas de Cochabamba con un aporte de 180 mil dólares de lo que la FEDECACC debe entregar su cuota parte).

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