Cooperativas y la nueva
Ley
Mauricio Aira
José María
Arizmendiarrieta fundador de Mondragón, la cooperativa que empezó con unos
pocos jóvenes desocupados que fabricaron los anafes Fagor en el norte de España,
hasta convertirse 50 años después en la mayor Corporación Cooperativa y primer grupo
económico de toda la región, el cuarto de España, solía graficar la misión cooperativa en esta
frase sabia “Dale un pescado a un hombre y comerá un día. Ensénale a pescar y
comerá el resto de su vida” y es que no hay nunca grandes obras sin el don
generoso de las personas, sin el sacrificio de sus apetitos egoístas, nos
recordaba el mismo fundador al referirse a la moral y la madurez humana que
hacen funcionar el cooperativismo.
De modo que
al debatir el tema próximo a convertirse en Ley del Estado, es imprescindible
partir de la necesidad de educación, como sostuvo siempre el fallecido líder
Jorge Grágeda, condición sine qua non, para construir un
andamiaje sostenido por la solidaridad y la unidad. El Estado por tanto, además
de legislar sobre la tarea cooperativa tiene que estimular estas formaciones
con generosidad pero también con firmeza de tal modo que la propiedad
cooperativa quede a resguardo del bandidaje o del fraude o del saqueo como ha
sucedido por desgracia en cierto nivel cooperativo como el minero o el de pequeña
industria o el de ahorro y crédito insuficientemente protegido.
Ser realistas
y pragmáticos no quiere decir renunciar a los ideales que no deben ser
confundidos con quimeras o bellos sueños, sino aceptados como objetivos a ser
cumplidos, si la cooperativa es idónea para resolver problemas de desarrollo y promoción
social y contribuye a impulsar otro orden social y económico, no puede ser “una
vía de promoción personal o individual despreocupada y desconectada de la
promoción comunitaria” en lo que Arizmendiarrieta titula como el Nuevo Orden Cooperativo.
El debate
tendrá que concluir que la cooperativa es una auténtica integración del hombre
en el proceso económico y social, que configure un nuevo orden social, así los cooperativistas
deben confluir hacia este objetivo lo mismo que otros sectores sociales, porque
no deben ser mundos cerrados, sino centros de irradiación social, alimentado
por la solidaridad abierta. Apunta a construir un régimen cooperativista,
solidario a escala mundial. No pensar en otras estructuras de trabajo, en otros
sistemas de organización sin riesgos de abuso o tiranías veladas, sin servidumbre social.
Siempre en
el plano de las ideas motrices si queremos llegar a una honda transformación de
estructuras, si queremos ese nuevo orden social más equitativo y humano,
debemos propugnar que el sector más numeroso de la comunidad ejerza en primer
lugar las opciones de acceso a bienes que se reproducen.
Las entidades
cooperativas se convierten así en elementos de progreso, de desarrollo, de
promoción del nuevo orden social, como en efecto ha sucedido en España con
Mondragón en Bolivia con COBOCE que hoy ocupa sitial elevado en la producción y
el movimiento económico no solo de Cochabamba sino de toda la Nación.
La empresa
cooperativa se basa en la Unión, en el trabajo, se constituye en la célula económico
– social donde se fusiona con el capital, recordando que las empresas las hacen
los hombres que tienen capacidad técnica y moral. Es un organismo vivo, es una
sociedad de personas en una comunidad cuyo soporte es la solidaridad y la
conciencia de esta es la fuerza impulsora que utiliza la acción económica como vehículo
de transformación, ya que el cooperativismo no persigue cambiar de manos la
propiedad o gestión de la empresa, sino su naturaleza y la función social.
Recordar que
la cooperación convoca a los hombres a una obra colectiva, pero deja a cada cual su responsabilidad. Es
el desarrollo del individuo, no contra los demás, sino con los demás. El fin es
la persona, no su desarrollo monstruoso, con riesgo constante de aplastar a los demás, sino
el desarrollo del individuo en lo que tiene de mejor y más sagrado. Es algo
cerca al hombre. La filosofía cooperativista rechaza tanto la concepción colectivista
como la liberal. Reconoce el valor y la consideración única del individuo. El cooperativismo
“no es nido para aves de paso” es la expresión mas genuina de la solidaridad.
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