guillermo capobianco nos habla de ello en su artículo "el cerco a Bolivia" (el deber, sc.bolivia)
La geografía, la historia y el destino condicionan a Bolivia como país a cumplir, desde el corazón de América del Sur, la función ineludible de articulación de los procesos de integración en pleno desarrollo.Se lo ha repetido muchas veces: Bolivia deberá ser en este siglo la síntesis geográfica, democrática y geopolítica de la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), en tanto que nuevo factor de poder en la geopolítica mundial y el comercio internacional.El intento de implantar por la fuerza un régimen social-comunitario en el corazón de Sudamérica, con hegemonía étnica aimara-quechua, avasallando a regiones y departamentos que han proclamado mediante el voto ciudadano su decisión de ser autónomos, es una acción sin destino y a contrapelo de la historia.El cerco a Santa Cruz de la Sierra como epicentro del movimiento autonómico nacional de los departamentos rebeldes de la ‘media luna’ no pudo ser más gráfico y elocuente.La ‘marcha sobre Santa Cruz’, alentada y financiada desde Palacio de Gobierno en La Paz, tiene sus ‘cabezas de playa’ en poblaciones progresistas como San Julián y Cuatro Cañadas, establecidas en torno a la carretera asfaltada de ingreso a las tierras bajas del este construida con recursos de Fonplata y de Cordecruz.No le costó un centavo al Gobierno central y sin embargo incorporó al proceso agroproductivo a miles de pequeños y medianos agricultores, todos provenientes de la Bolivia andina, que hoy cultivan el arroz, la soya y el girasol desde las brechas de San Julián y San Ramón hasta las márgenes del río San Pablo en la frontera con Beni.El precioso cereal que los agricultores cosechan por estas épocas es procesado en los ingenios arroceros establecidos en las inmediaciones de Montero, la ciudad señera de la integración y donde se yergue el complejo agroindustrial azucarero Guabirá, de propiedad social-corporativa de productores empresarios y trabajadores industriales.Los ingenios arroceros del norte son propiedad de empresarios collas, casi en su totalidad establecidos allí desde las épocas de la ‘marcha hacia el oriente’ impulsada por el Gobierno de la Revolución Nacional.El cerco a Santa Cruz no es solamente una paradoja histórica, sino también el intento grotesco de querer aplastar un modelo productivo consolidado y exitoso gracias al esfuerzo de agricultores lugareños e inmigrantes de todo el país, en un proceso que lleva ya medio siglo de existencia.Un ‘castigo’ inmerecido a la ciudad rebelde de los llanos, que hoy acoge a un millón y medio de habitantes, que es uno de los principales mercados de consumo del país después de La Paz y El Alto y que abriga en su seno a una creciente clase media urbana, profesional y empresarial, que, hoy por hoy, es crisol de la nacionalidad y comunidad aventajada de la Bolivia del siglo XXI.El intento de doblegar el espíritu indomable de esa comunidad en expansión, que es la cruceña, es, a estas alturas, casi una misión imposible.