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jueves, 4 de octubre de 2007

Protagonistas de Mondragón

José María Arizmendiarrieta ocupa un lugar privilegiado porque es el catalizador de voluntades y modelador de personas para que actuasen con los valores propios para responder al reto en forma solidaria. Su personalidad se refleja en toda la existencia de Mondragón. Ingresó al seminario pasando al Mayor de Vitoria donde se ordenó sacerdote, después de la pausa de la guerra civil en la que participó como periodista redactor de periódicos republicanos que perdieron la guerra. Aprendió la doctrina social de la Iglesia con un alto nivel intelectual y cultural lo que es contribuyó a su innata sensibilidad social que fue la palanca que impulsó su capacidad para capacitar y formar personas para una sociedad más justa.

La fe religiosa y la vocación sacerdotal le dieron una personalidad austera, con pocas ambiciones personales en lo económico y jerárquico al mismo tiempo que una enorme ambición intelectual y gran pragmatismo, sabiendo integrar teoría y práctica para formar personas capaces de asumir grandes compromisos en la comunidad. La experiencia de Mondragón tiene al sacerdote en el sitial más alto, y es el ejemplo a seguir en todas las coyunturas. Su concepto de trabajo supera al viejo concepto de ser éste "un castigo divino", sino que abre un camino nuevo que ofrece el progreso humano a través de la autorealización, la autoestima y la creatividad. Su visión trascendente de la persona permite superar los planteamientos reduccionistas a los que el excesivo economicismo de los liberales había reducido a la empresa. José María creía que el hombre es el principio y fin de la actividad económica y no un medio, un recurso como se pretende a veces. Su pasión por la solidaridad se traduce en compromiso con los más necesitados, pero no desde un paternalismo cómodo, sino desde el respeto a sus propias posibilidades, personalidad y potencialidad.

Aunque escribía muchas notas y colaboraba en la revista que él mismo fundó, nunca escribió un libro, una tesis o ensayo. Su pensamiento queda en frases, en eslóganes, pero todo todo, en las mentes de quienes compartieron sus afanes y proyectos. José María escribió sobre todo, en los corazones y en las mentes de las personas, los equipos de hombres y mujeres que le conocieron y convivieron con él, y que fueron los depositarios de sus mensajes. Su propio trabajo, y los proyectos que asumieron bajo su orientación. Entre aquellos grupos se citan los de la Juventud Obrera Católica y la Hermandad Obrera, de esos núcleos partirán las primeras iniciativas que crean, a su vez otros grupos de trabajo en un proceso de permanente expansión.

También el deporte resultó siendo su obra como la Juventud Deportiva Mondragón cuyos primeros estatutos sociales redactó personalmente que orientó como labor patrimonial de los bienes cooperativos al servicio de las sociedad donde se desenvuelven. Otro grupo cultural con frecuentes representaciones teatrales orientado a recobrar antiguas tradiciones vascas o las celebraciones navideñas está entre sus ocupaciones.

Otros muchos participaron como empresarios y comerciantes que aportaron su apoyo a José María no sólo económico, sino también en proyectos como la Escuela Politécnica que sería el origen de la Liga de Educación y Cultura verdadero semillero de los técnicos y administradores que continuaron su labor en Mondragón.

Sus múltiples biógrafos no dejan de mencionar a los que recelaban de las ideas y de las iniciativas de José María, creían que vulneraban el orden establecido y consideraban que había que oponerse a su éxito, utilizando políticas alternativas al cooperativismo, de éste modo sin proponérselo estaban contribuyendo al temple de los jóvenes que fueron tomando las responsabilidad en Mondragón. Entre los anónimos protagonistas en los inicios de la Cooperativa han surgido muchos día a día, tarea tras tarea y su aporte ha resultado invalorable, muchos dicen que los cantores fueron muchos, pero el director del coro uno sólo confundido con ellos.